lunes, 12 de octubre de 2009

Esculpir la luz

extraído del correodigital


Chema Madoz, Premio Nacional de Fotografía, sorprende con sus obras llenas de dobles lecturas en la galería bilbaína Photo Gallery 20




12.10.09 - 




Tú'. La palabra apremia con sus formas metálicas. En vez de tilde un estilete hiere la vocal. El observador se siente aludido. «¿Yo?», se interroga; y al lado una 'y' griega con forma de tirachinas le responde: una broma macabra a su ego inflado. Así son las 16 fotografías de Chema Madoz (Madrid, 1958), Premio Nacional de Fotografía en 2000, que hasta el próximo 4 de diciembre podrán verse en la galería Photo Gallery 20, situada en la calle Juan de Ajuriaguerra, ese espacio del Ensanche que se ha convertido poco a poco en el particular barrio West Chelsea de Manhattan a la vasca, el lugar donde más galerías de arte se concentran en todo Euskadi.
La muestra es una vieja aspiración de Javier Gimeno, el expositor, que sigue los pasos del creador madrileño. «Muchas de las piezas estuvieron hace cinco años colgadas en la Fundación Telefónica, y al verlas entonces pensé que me gustaría tenerlas en una galería».
La intervención de la también Premio Nacional Ouka Leele fue fundamental para convencer a Madoz de la solvencia e interés de una joven galería que ya se ha abierto un hueco en la exposición fotográfica contemporánea.
La muestra que se exhibe durante estos días ha huido de los trabajos más reconocibles del autor para centrarse en aquellas obras recientes que permitan presentar en Bilbao a uno de los buque insignia del arte contemporáneo. Sus objetos retratados en blanco y negro esconden espacios y dobles lecturas que sorprenden al espectador y juegan con él.
Para la fértil imaginación de Madoz, un rodillo de pintura puede pintar un texto y un monedero convertirse en un guante de caballero que reposa sobre una mesa. Su trabajo parte de las ideas para, con paciencia de artesano, conseguir reproducciones que conmuevan la inteligencia del que mira.
Y no es exagerado hablar de artesanía. La manera de trabajar del fotógrafo guarda relación con aquella famosa anécdota que relataba el proceso creativo que desarrolló Miguel Ángel para esculpir el 'David': encargado el cometido por la Opera del Duomo de Florencia, el genio de Caprese pasó meses observando el bloque de mármol; cuando alguien le preguntó qué hacía, este contestó «trabajar».

Diseño e ingeniería
Salvando las distancias, Chema Madoz no crea 500 fotografías al año como otros artistas. Lo suyo son los acabados exquisitos, la atención personalizada a los procesos de revelado y positivado. Sus trabajos son auténticas esculturas que luego él fotografía y donde la composición e incluso el esfuerzo de diseño e ingeniería destacan.
En la muestra que se puede ver en Bilbao, la obra 'Partitura/pinzas' es un buen ejemplo de su hacer de menestral: cada una de las notas arañadas por esa pinza de manicura que interrumpe un papel pautado han sido modeladas en su taller para ser después fotografiadas. Los que admiran su trabajo dicen que esa dedicación «se nota». Hasta los marcos llevan su firma, diseñados y montados por el propio artista.
Gimeno reflexiona que el trabajo fotográfico de Madoz tiene más relación con la 'poesía visual'. «Él cuenta historias. Si fuese escritor lo que haría sería escribir poesía». Ese sumidero de alcantarilla donde ordenados se secan unos platos parece darle la razón y, sobre todo, 'Libro/mirilla', una toma donde en un tomo cerrado de rugosa textura se abre un punto de luz blanca. La gente que acude a la muestra se asoman para ver qué encuentran al otro lado. Otro mundo.
Lo que está ausente en su obra desde que dejó su nómina fija en un banco en 1985 es el retrato. En su concepción «arriesgada» y «espectacular» del arte no hay sitio para las personas, sólo para las huellas que estas dejan al vivir y para los objetos cotidianos en blanco y negro que desprecian sin saber ver los secretos y las historias que guardan dentro.
La galería que lo expone está convencida de que este autor importante «va a servir para que en Bilbao se empiece a entender que la fotografía es un arte muy válido y muy pleno». Ayudará a ello, sin duda, el particular mundo poético envolvente y agradable de Madoz. Un lugar sin arcoiris donde hasta las piedras trazan signos de admiración ante tanta sorpresa contenida sobre papel baritado.

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